Este año se conmemoró el 62 aniversario del armisticio que puso fin a la Guerra de Corea. Un tratado de paz nunca reemplazó al alto el fuego provisional y la Zona Desmilitarizada (ZD) sigue dividiendo al país asiático.
La ZD, con sus alambres de púas, soldados armados en ambos lados y miles de minas terrestres explosivas, es la frontera más militarizada del mundo.
Hace 70 años, cuando se gestaba la guerra fría, Estados Unidos trazó de manera unilateral la línea a lo largo del paralelo 38, con el acuerdo de la antigua Unión Soviética, y dividió así un antiguo país que acababa de sufrir 35 años de ocupación colonial japonesa.[pullquote]3[/pullquote]
Los coreanos no tenían ningún deseo de ser divididos, ni poder de decisión para impedir la fractura de su país. Ahora, siete décadas después, el conflicto en la península coreana es una amenaza para la paz en Asia, el Pacífico y el resto del mundo.
Una de las mayores tragedias derivadas de esta política y aislamiento artificiales de la Guerra Fría es el desgarramiento de las familias coreanas y su separación física. En la cultura coreana las relaciones familiares tienen una profunda importancia, y muchas familias han estado separadas durante 70 años.
Aunque hubo un período de reconciliación entre ambos gobiernos coreanos durante los años de la llamada Política del Sol (1998-2007), cuando algunas familias tuvieron la alegría del reencuentro, este cesó debido al endurecimiento de las relaciones entre Corea del Norte y del Sur.
También terminó debido a las sanciones y las políticas aislacionistas impuestas por la comunidad internacional al pueblo de Corea del Norte, por las cuales su economía siguió sufriendo.
Corea del Norte recorrió un largo camino desde la década de 1990, cuando hasta un millón de personas murieron de hambre, pero muchos de sus habitantes permanecen en la pobreza, y se sienten aislados y marginados de Corea del Sur y el mundo exterior.
Como miembros de la única familia humana, y con el fin de mostrar nuestra solidaridad humana y generar empatía con nuestra familia norcoreana, llamar la atención mundial sobre la “olvidada” Guerra de Corea y pedir el diálogo con Pyongyang y un tratado de paz, un grupo internacional de mujeres se reunió para visitar Corea del Norte y del Sur y caminar a través de la ZD.
El 24 de mayo de 2015, el Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme, 30 mujeres constructoras de paz, procedentes de 15 países, realizaron el cruce histórico de los 3,2 kilómetros de la ZD desde Corea del Norte a Corea del Sur.
La delegación incluyó a la escritora y activista estadounidense Gloria Steinem, a dos ganadoras del premio Nobel de la Paz, la liberiana Leymah Gbowee y la autora de esta columna, a la coordinadora coreana Christine Ahn, cuyo sueño era cruzar la ZD, y a activistas por la paz, defensoras de derechos humanos, líderes espirituales y expertas coreanas.
Durante nuestra visita de cuatro días a Corea del Norte, antes de cruzar la ZD el 24 de mayo, tuvimos el privilegio y la alegría de conocer a muchas mujeres norcoreanas.
En un simposio por la paz realizado en Pyongyang escuchamos a mujeres norcoreanas hablar de sus horrendas experiencias de guerra y división. También participamos en multitudinarias marchas por la paz en Pyongyang y Kaesong, donde desfilaron miles de mujeres norcoreanas con hermosos vestidos tradicionales.
Debo admitir que, antes de esta visita, la primera que hice al Norte, nunca me percaté de la profunda pasión que los norcoreanos sienten por la reunificación con el Sur, y que se abran las fronteras para poder darles la bienvenida a sus familias de Corea del Sur y normalizar sus relaciones.
Los norcoreanos nos dijeron que la población de Corea es un solo pueblo. Aunque los coreanos tienen diferentes ideologías políticas, hablan el mismo idioma, tienen la misma cultura y comparten una dolorosa historia de guerra y división.
Los norcoreanos fueron aislados y separados de sus familias en Corea del Sur así como del resto del mundo, y sufrieron sanciones.
Dado que estas políticas de aislamiento no resolvieron problema alguno, nuestras delegadas creen que es necesaria una nueva estrategia de diálogo y un tratado de paz.
Nuestra marcha renovó la atención sobre la importancia de la solidaridad mundial para acabar con el conflicto de Corea, sobre todo desde la firma en 1953 del acuerdo del armisticio por parte de Corea del Norte (Corea del Sur no lo firmó), China y Estados Unidos, en nombre del mando de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que incluía a 16 países.[related_articles]
La marcha ayudó a resaltar la responsabilidad de la comunidad internacional, cuyos gobiernos fueron cómplices de la división de Corea hace 70 años, para apoyar la reconciliación y la reunificación pacífica del país.
El reto que implica superar la división de Corea se hizo evidente en las complejas negociaciones para realizar nuestro cruce de la ZD entre el Norte y el Sur, así como con el mando de la ONU, que tiene jurisdicción formal sobre la zona en cuestión.
Aunque esperábamos cruzar por Panmunjom, la «aldea de la tregua” donde se firmó el armisticio, decidimos, luego de que Corea del Sur y el mando de la ONU rechazaran la propuesta, que tomaríamos el camino acordado por todas las partes, en un espíritu de conciliación para que nuestras acciones no afectaran más la tensa relación Norte-Sur.
En Seúl encontramos cierta oposición. Aunque no nos reunimos con jefes de Estado ni apoyamos sistema político o económico alguno, y mantuvimos una postura neutral en todo el proceso, era evidente sin embargo que las divisiones en Corea del Sur se manifestaban en algunas de las recepciones y reacciones ideológicamente divididas que presenciamos.
No obstante, la marcha de la paz en Panju, en las afueras de Seúl, y un concierto organizado por el alcalde de la capital fueron muy concurridos, y muchas familias sudcoreanas nos dieron una cálida recepción.
Reconocemos que nuestra marcha internacional de mujeres por la paz es solo un comienzo, y seguiremos esmerándonos para incrementar los intercambios civiles y el liderazgo femenino, destacando la obligación que tienen todas las partes involucradas de disminuir la militarización y avanzar hacia un tratado de paz.
Por consiguiente, instamos a celebrar un mayor diálogo en todo nivel, en lo civil, económico, cultural, académico o gubernamental, y especialmente en la diplomacia entre los ciudadanos para la construcción de la paz, como una alternativa al conflicto militar pleno, el cual no es una opción.
Editado por Pablo Piacentini